En un mundo laboral cada vez más digitalizado, la soledad se convirtió en una de las principales amenazas para quienes trabajan remotamente. Según el informe Estado del Lugar de Trabajo Global 2024 de Gallup, uno de cada cinco empleados en el mundo afirmó haberse sentido muy solo el día anterior.
La cifra aumenta entre quienes adoptan modalidades remotas o híbridas: el 23% de los trabajadores totalmente remotos identificó la soledad como su segundo mayor desafío, solo superado por los problemas de comunicación y colaboración, según una encuesta de Buffer.
El impacto del aislamiento en el ámbito laboral no se limita al plano emocional. En Estados Unidos, el asesor del Director General de Servicios de Salud advirtió que la falta de conexión social puede aumentar el riesgo de muerte prematura al mismo nivel que fumar 15 cigarrillos al día.
A esto se suman efectos como ansiedad, depresión, alteraciones del sueño y agotamiento profesional. Para las empresas, una fuerza laboral desenganchada implica menos colaboración, menor productividad y mayor rotación.
Espacios compartidos y contacto humano: una prioridad
Una de las principales recomendaciones de Caroline Castrillon, coach certificada de carreras, es romper con el encierro físico del hogar. Se sugiere trabajar al menos un día por semana fuera de casa, en espacios como coworkings, cafeterías o bibliotecas. Estar rodeado de personas, incluso sin interacción directa, permite sentirse parte de una comunidad más amplia.
Los espacios de coworking, en particular, ofrecen oportunidades para establecer redes de contacto y mantener conversaciones informales. Si no son accesibles, alternativas como bibliotecas o cafés cumplen una función similar.
La especialista en emprendimiento profesional también señaló la importancia de conectarse con otros teletrabajadores de la zona para coordinar sesiones de trabajo compartido, lo cual favorece el sentido de responsabilidad y genera vínculos laborales más sólidos.
Además, se recomienda aprovechar la flexibilidad horaria del trabajo remoto para incorporar microinteracciones a lo largo del día: compartir el desayuno con un vecino, llevar a un hijo a la escuela o pasear al perro durante el almuerzo son acciones que refuerzan el bienestar general.
Uso estratégico de la tecnología
La tecnología puede ser tanto una barrera como una herramienta para conectar. Usada con criterio, permite fortalecer vínculos en entornos virtuales. Castrillon recomienda utilizar videollamadas para abordar conversaciones importantes, lluvias de ideas o presentaciones, en lugar de recurrir exclusivamente al correo electrónico o a la mensajería instantánea.
Las videollamadas también facilitan la lectura de señales no verbales y el tono emocional de los interlocutores, lo que contribuye a construir confianza. Para reforzar este vínculo, se sugiere usar mensajes de video pregrabados, como los que permiten plataformas como Loom, ideales para brindar actualizaciones o feedback sin necesidad de una interacción sincrónica.
Generar espacios informales de intercambio virtual también cumple un rol clave: desde charlas voluntarias hasta mantener la cámara encendida en reuniones. Ver y ser visto ayuda a combatir la desconexión emocional. Incluso una llamada telefónica breve puede ser más efectiva que una larga cadena de correos.

Redes sociales internas y participación activa
En entornos remotos, la especialista en desarrollo profesional recomendó participar en canales informales como Slack o Teams, que permiten compartir intereses personales y fortalecer los vínculos entre colegas.
En caso de que estos grupos no existan, la iniciativa individual es clave. Participar en eventos sociales organizados por la empresa, incluso si son opcionales, fortalece la relación con el equipo y reduce el aislamiento. También se alienta a compartir intereses personales cuando sea oportuno y a integrarse a grupos de desarrollo profesional como clubes de lectura o mentorías.
Límites laborales y vida personal
Una de las consecuencias del aislamiento es la difuminación entre el trabajo y la vida privada. Distintos expertos proponen establecer límites físicos y temporales: crear un espacio de trabajo definido, evitar trabajar desde zonas de descanso como la cama y desconectarse completamente al terminar la jornada.
Incorporar rituales como caminar al final del día, cambiarse de ropa o dedicar tiempo a un hobby específico puede ayudar a marcar la transición entre lo laboral y lo personal. Asimismo, se aconseja planificar actividades sociales después del trabajo, incluso en solitario, para evitar la prolongación innecesaria de la jornada.
El cuidado de la salud mental y física también forma parte del enfoque: ejercicio regular, sueño adecuado y reducción del estrés son pilares fundamentales. Conocer el propio perfil social (más o menos extrovertido) ayuda a identificar las necesidades de interacción adecuadas.
Prácticas organizacionales inclusivas
Por último, Castrillon destacó que los trabajadores remotos pueden influir en la cultura corporativa. Se recomendó promover reuniones inclusivas con enlaces de videollamada accesibles, evitar conversaciones excluyentes y proponer actividades virtuales que refuercen el vínculo entre los equipos.
También se alienta a solicitar oportunidades de desarrollo profesional, como capacitaciones internas o proyectos interdepartamentales, y proponer beneficios adaptados al trabajo remoto, como subsidios para coworking o formación.
Organizar encuentros presenciales periódicos o retiros corporativos puede reforzar la cohesión del equipo. Incluir activamente a los colegas remotos en dinámicas de oficina y compartir información no oficial son gestos que mejoran la integración y reducen el aislamiento estructural.